Se gastan millones en traer a famosillos de medio pelo, en montar escenarios dignos de la ceremonia de los oscars para hacer reencuentros de familias, en encerrar a una panda de mediocres en casas, islas paradisíacas o granjas, o directamente copian de mala manera ideas originales de éxito con presentadores de medio pelo.

Pero no se dan cuenta de que en lo sencillo, en lo cercano y desconocido a la vez está la genialidad. Prueba de ello eran «24 horas», un docudrama de la en aquella época novata Canal Plus en el que durante un día completo se seguía cámara en mano a un personaje (famoso o no) de cualquier índole, su heredera «Mi cámara y yo» de TeleMadrid que igual te mostraba un barrio marginal de la periferia madrileña que te mostraban las peripecias de una joven pareja que buscaba su primer piso, o del actual «Callejeros» de Cuatro, que nos está dando estos últimos meses algunos de los mejores documentos televisivos que podemos echarnos a la cara. Y para muestra un (desternillante) botón:

(visto en yonkis)