A la cuna de la libertad la llaman fenicia y romana. Hace dos siglos la emancipación del hombre ilustrado nos fue concedida a los españoles en forma de constitución de la mano de Cádiz. Hoy la libertad se la atribuye algún genovés engominado. Qué ingenuos. Cádiz siempre ha sido, es y será libre. Pero no una libertad de despacho y bandera, sino esa que se huele por las calles. Durante siglos las coplas satíricas, críticas y poéticas del carnaval gaditano lucharon sin miedo contra el poder establecido. Siempre había calabozo, pero jamás corrió la sangre. Porque Cádiz se respeta a sí misma y se hace respetar. La taza de plata siempre fue eso, un oasis de libertad entre negruras de sumisión. Hoy la historia se repite. La capital gaditana es la única que consigue acallar las voces del revisionismo histórico y la malversación del pensamiento. Durante un mes la voz envenenada de César Vidal es arrasada por las coplas del carnaval gaditano. La COPE lleva décadas transmitiendo el concurso de agrupaciones del Carnaval Gaditano, y sabe que los monólogos del aprendiz de la nada son ceros a la izquierda cuando se trata de elegir entre libertad y política. El único punto de España donde es imposible oír La Linterna es en Cádiz. Les invito a que vengan a conocer el verdadero sabor de la libertad y olviden al mencionado don nadie. Todos a Cádiz, al oasis.